viernes, 2 de julio de 2010

Hoy llueve, esta noche llueve.

A Carlós Bárcenas Nava.

“Hay historias que nunca caducan,
Las otras de seguro las leerás”.





Facundo aquella tarde había despertado de aquel sueño involuntario, cuando abrió los ojos no tuvo conciencia alguna de lo que le ocurrió tan sólo un par de horas atrás, su mente estaba en blanco como si apenas hubiera despertado al mundo.
— ¿En donde estoy? ¿Quien soy? — se preguntó—.
Una mujer que vestía bata blanca y dibujaba veinte años, (al menos se le notaba por sus ojos claros) pronunció las buenas tardes con una sonrisa de puro tramite. Luego lo auscultó brevemente para después tomarle el pulso. De pronto ella colocó su mirada impasible en Facundo y frunció la boca con desdén de primera orden. En Facundo el mecanismo atrasado del dolor hizo su aparición.
—¿Qué carajos me pasó señorita? — preguntó a media voz —.
La enfermera le explicó sutilmente que había caído de un tercer piso en construcción a un pequeño cerro de grava, por su aspecto de hombre alejado de las buenas costumbre de la vida del confort, y no por su vestidura sucia e impregnada por el cemento la enfermera había caído en la cuenta que Facundo era un albañil.
—Es un milagro que esté vivo y sin fracturas — dijo ella. Se detuvo e hizo un gesto en el rostro que le preguntaba a Facundo ¿Quién diablos eres? Luego acabo diciendo: —Puede irse cuando quiera.
Dio la media vuelta y anotó en su carpeta metálica el estado sorpréndete de salud del paciente en turno. Era claro que las fracturas no hicieron su aparición, pero de igual forma Facundo no podía moverse aun del todo. La enfermera caminaba hacia la salida pero la caída de su lapicero mermó su propósito, entonces ella se inclinó para recogerlo y se puso a gatas, en ese momento Facundo pudo observar a placer y sin miramiento alguno la circunferencia llena de carne, las suculentas nalgas en forma de corazón de la enfermera y de pronto sin esmero alguno sintió una emoción en la entre pierna. << Con eso ya estoy mejor>>, pensó. La joven enfermera después de recoger su lapicero se acomodó el cabello y finamente caminó hacia la puerta para enseguida salir y perderse entre la multitud del hospital.

Facundo Gonzales era un albañil. Un hombre honesto, trabajador y ciertamente inocente ante las misóginas trampas de la vida moderna. Su destino desorientado y escaso de oportunidades lo orilló al oficio brutal del constructor. Facundo no se queja de la sequia inmemorial de no tener dinero, nunca se ha subido a un automóvil y sólo su destino apartado del trabajo le concedió el tiempo de conocer a una mujer. Él estaba convencido de que tiene todo lo que necesita para vivir; aire en los pulmones y a pesar de ser tan feo también tiene a su amada esposa Florencia; y por su puesto tiene lo más importante: la fe. Facundo piensa que constantemente uno puede pensar perder la fe en estos tiempos tan apartados de los buenos pensamientos, sin embargo sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, el hombre se traga al hombre y a pesar de eso nosotros por mas malos, envidiosos o feos que seamos todos tenemos una parte divina, de bondad y amor. Él siempre recordaba las palabras de Genaro Solís su antiguo profesor de primaria, un caballero en toda la extensión de la palabra, el profesor le había dicho que hay que estar agradecido con Dios y con la vida para así disfrutar todo lo que haces en este mundo. El profesor escribió alguna vez una frase siniestra que hace gala a su profesión “La labor del profesor es una labor que siempre ha sido blanco de lapidaciones, injusticias e ingratitudes y que sin embargo será por siempre lo que desde el principio es faro de luz de todas las generaciones”
Facundo Gonzales con toda esta enseñanza ha crecido y por debido respeto a Dios y a la vida no pide más.
Cuando salió del hospital caminó por un callejón oscuro y solitario que para la gente normal seria un tropiezo de facultades caminar, el cielo de Cosamaloapan es diáfano, alto, nostálgico y las calles llena de perros. Al llegar a la esquina del barrio Facundo fue llamado por Jacaranda, que era una sirena sin mar y virgen del pecado que sobrevivía en el pedazo de cielo que le toco alumbrar con su cuerpo y corazón.
—¡Facundo ven de prisa! — gritó ella —.
—¿Qué pasa? — preguntó —.
—Mira que ese hombre que está tirado allá cerca del automóvil lleva más de media hora allí y por su aspecto no creo que sea un borracho, ve a ver que le ocurrió — agregó la mina de oro —.
Facundo cruzó la calle hacia la acera sombría, cuando se topó de frente con aquel hombre sintió una punzada en el estomago, la misma que hacia varios años no sentía, la ultima vez que le ocurrió fue cuando observó por primera vez en un periódico una guerra en oriente, en la fotografía entre el humo y la muerte la gente apiñonada cantaba, había soldados y niños que ostentaban el miedo en sus ojos, esa vez tuvo la punzada justamente en el epicentro del estomago. Se sintió fatal. Ahora muchos después la punzada otra vez precisó en el mismo lugar, adjudicando otro sentimiento de desconsuelo.
El hombre que Facundo veía era alto, con bigote pronunciado y acorde con el estilo del bien vestir, tenía la piel color del pan y un aura de abuelo patriarcal que daba respeto. En la mano derecha que sangraba tenia guardado un crucifijo de plata por el cual había peleado hasta el último aliento, también llevaba consigo un maletín de primer mundo el cual estaba abierto y que dejaba a su alrededor un mar de hojas tiradas en la calle. Facundo Gonzales recogió entre sus hombros a aquel hombre y se lo llevó consigo hasta su hogar.
Cuando llegó a su casa le ordenó a Florencia que le preparara una taza de café, además de que hirviera agua y buscara algunos trapos. Luego se dirigió hasta el cuarto matrimonial donde dejó caer con cuidado en la cama al hombre que llevaba a cuestas. Florencia desconcertada y meramente indignada por aquel abuso de bondad de su espeso acabo diciendo:
—Si un día la muerte te lleva nos acabaras jodiendo a todos con tus buenos actos.
Facundo ante aquel comentario no hiso alusión a nada.
Luego se dirigió al ropero y saco de el una fotografía de él cuando era niño, siempre la sacaba cuando Florencia se molestaba, sin embargo sabia que aquel detalle de doña Guadalupe Gonzales de poner a un niño flaco y desnudo era un motivo de carcajearse por encima de los indecoros del malestar. Su esposa no tuvo más remedio que omitir por culpa de las risas la acción de Facundo. Con mas resignación que ganas fue la misma Florencia la que se ánimo a ponerle las mantas tibias sobre la cabeza al recién llegado. El hombre se mantenía dormido, y Facundo lo miraba fijamente como si tratara de descubrir que había más haya de esos suspiros del sueño involuntario. De pronto allá afuera, arriba, el cielo sufrió una hemorragia y comenzó a llover.
—Esta noche llueve — le dijo a Florencia—.
—Todo lo que nos parece lejano lo tenemos en la punta de la nariz — le dijo—.
Y Florencia concluyó besándole la mejilla a Facundo.
Su esposa al vaticinar los efectos que tendría el techo a consecuencia de la lluvia inesperada fue por un par de cubetas para las goteras que pronto se aproximaban.
Como si fuera un recién nacido, violentamente despertó el hombre. Facundo y Florencia atendieron al ruido impetuoso de su inquilino.
—¿En dónde estoy? — les preguntó el hombre —.
—De todos los lugares donde puedas estar, estas en el sitio que no buscabas — dijo Florencia con amargura —.
Después el tiempo transcurrió y el hombre comenzó a tranquilizarse, Facundo le explicó que lo había encontrado desmayado en la calle, por su parte Florencia culpó a la buena voluntad de su esposo por meterse en cosas que no son de su incumbencia y se disculpó con el hombre, sin embargo él agradeció lo que habían hecho por su persona horas antes.
—Es una suerte que ustedes me hayan encontrado — decía el hombre — no muchos tienen ese talento de ayudar a la gente.
—No es talento señor, son necedades — dijo la esposa —.
—El prójimo es primero Florencia — dijo Facundo—.
El hombre se puso de pie teniendo la intención de abandonar la cama e irse para no volver jamás, sin embargo los cuestionamientos acerca de su estado de salud que le hizo Facundo bastaron para que él se quedara un rato más.
Por culpa de los quehaceres del trabajo y por la demora de dinero Facundo no tenia que ofrecerle de comer a su invitado así es que le dio una taza de café acompañada de una pieza de pan que descompletaba el último aliento de los víveres de la semana. Florencia desde su lugar lo miró indignada ahogando el coraje de perra brava en un suspiro de aplomo. El hombre se sintió apenado aun sin darse cuenta de la molestia inflexible de aquella mujer que tenia detrás.
—Usted no se fije, al confort de la buena vida nunca nos hemos acostumbrado — dijo Facundo —.
—Es usted muy amable — dijo el hombre —.
Mientras afuera la lluvia se fundía entre el aire de los sueños, adentro Florencia corría de un lado a otro vaciando el agua de las cubetas al instante que Facundo y el hombre conseguían entablar una conversación, él sentado a la orilla de la cama y Facundo en una cubeta.

El inquilino comentaba que el motivo de su vista en Cosamaloapan era para presenciar la boda de su sobrina Darinka que se casaba con un hombre llamado Francisco. Ellos para el desencanto de si mismo se habían conocido en un evento de la crónica nacional organizado en Puebla y al cual asistió Francisco invitado por haberse ganado su amistad en el tiempo que pasaron juntos en Chiapas.
—Es mi sobrina consentida, la más bella, blanca como la nieve — decía — de un pincelazo Dios dibujó sus cejas, ella es una mujer de principios, inteligente y especial.
—Ha de tener la unión de belleza y encanto — dijo Facundo —.
Aquel hombre amaba a su sobrina Darinka como si fuera su hija, la cual no pudo tener y no hubiera tenido nunca. Carlos Villareal era el nombre del hombre.
—Mi intención era ir hacia el salón donde la fiesta se celebraría pero me extravié y fui asaltado — apuntaba Carlos Villareal mientras se rascaba la nariz—.
—Que calamidad — agregó Facundo —.
La lluvia no escampó y nuca sucumbió. Las calles se inundaban.
—Pensé que moriría — apuntó lastimeramente el inquilino —.
—Nunca juzgue el atino de la muerte y el perdón del destino — agregó Facundo.
Carlos Villareal comenzó a contar sin darse cuenta, más bien en un sentido subconsciente su vida. Se describió así mismo como el Príncipe Triste y presumía de no haber tenido nunca un dolor de muelas. Recordaba su infancia y la afinidad para las reuniones de elite en las que se desarrollaba desde pequeño, los días en la casa de la abuela, las memorias del abuelo coronel, la debacle económica que sufrió la familia a consecuencia de la revolución, los viajes a Acapulco y España, Chilpancingo los martes. Había también oscuros e indescriptibles pasajes de su vida, Carlos Villareal con el misterio del mundo en su cabeza y contagiado por la epidemia del liberalismo en la adolescencia salió de casa acompañado de sus amigos hacia pueblos lánguidos por la miseria y olvidados por la memoria del mundo. En ese viaje cambió de atmosfera y se fue a respirar el aire de la miseria, de la desdicha, de la mierda.
Mientras Carlos Villareal narraba su historia Facundo escuchaba atónito, sin decir ninguna palabra, se mordía las uñas de los dedos, miraba las paredes húmedas, tenia ganas de llorar.
—Pero el tiempo cambió — dijo Carlos Villareal—.
Y lo había dicho porque ahora muchos años después, tenia un presente establecido, confort, ahora era todo un erudito en la literatura, y escriba con convicción y talento las artes ilustres de la crónica en su ciudad.
Para Facundo le resultaba un hecho incompresible tener a un hombre de esa índole en su humilde casa, sentado en un colchón heredado por un hotel en los años del derrumbe y cenando el ultimo pan de la semana.
De pronto ante el establecimiento de la confianza prematura Facundo se dirigió hasta su alacena y debajo de un cajón sacó una botella brandy, y fue por dos vasos para celebrar bajo la lluvia de la casa una amistad insondable.

El pobre, el rico, lo bueno y lo vulgar todo es igual bajo la lluvia.








Francisco Rico Hernandez.
26 de septiembre del 2006.

1 comentario:

Nati Jota dijo...

Y, al final, ganó Argentina a México. Pero "perdimos" contra Alemania. Estoy re triste, ja. Supongo que estabas con Arg.. espero. Mi entrada sobre la derrota con comillas.