jueves, 28 de mayo de 2009

Tente-pie.





Focos de la naturalidad,
dóciles hembras que
castran a sus amantes
de una hora,
cada parpadeo es inútil
en las noches sin consuelo,
morir es imprudente cuando
las flores se marchitan.
Reloj enmudeceme de vez en cuando,
en los abriles de mi perdición.

atte; yo.

Con lo que eso duele.

Y después de ti luna y lunares,la vuelta al calcetín, las sábanas impares,la baba de las putas sin pedigri, la cicuta de los bares."

Bay-bay, se acabó el recreo,el son de tu pay pay vacuna mi deseo.
Me consta que no fui, rubia, tu debut,dimelo todo sin decir ni mú.
Asesina, sister morfina,el para siempre es un bluff en horas de oficina.
Desde que no te miro veo amanecer,date un tiro y que te folle un pez:La pasión es una ruina.
Tanto por hacer,me cansé, del budismo zen de la tele, me cansé,de los desamores que huelen......

lunes, 25 de mayo de 2009

La Sotaventina A.C presenta El II Foro de Historia y Cultura del Papaloapan Veracruzano.

Cosamaloapan, Veracruz.
Francisco Rico Hernandez.
Imagen de Veracruz.




Con la finalidad de promover la cultura de una veraz y objetiva en la ciudad de Cosamaloapan, la organización cultural “ Sotaventina A.C” a preparado un gran evento multicultural, el II Foro de Historia y Cultura del
Papaloapan Veracruzano en esta ciudad los días 29 y 30 de mayo del año en curso.
La sede será en La Sotaventina y dará comienzo de las 9: 00 a las 14:00 horas, y se abrirá con el curso de Taller sobre Nociones Básicas sobre el Rescate, Clasificación y Conservación de Archivos Municipales.
Después habrá un receso y se reanudaran las actividades a las 18:00 horas cuando se entregue la Medalla “Profesor Octaviano Corro Ramos” al Dr. Alfredo Delgado Calderón, hombre nacido en Cuautla, Morelos, mismo que realizó estudios de Antropología y Arqueología en la Universidad Veracruzana.
Después de recibir la presea el Dr. Alfredo Delgado Calderón dará una conferencia magistral acerca de la Historia y Cultura del Papaloapan Veracruzano. Para terminar con las acciones del primer día, la Mesa de Análisis tendrá como tema “Arqueología de la región de Cosamaloapan”.
La primera ponencia será a cargo del arqueólogo Apolinar E. Segura Rivera “Ubicación y registro de los sitios arqueológicos”, mientras tanto
Zenaido Salazar Buenrostro y Salvador Pérez Guzmán hablarán de
“cronología basada en la cerámica”, la ponencia de “Las figurillas cerámicas” será llevada a cabo por Francisco J. Bocarando Mendoza, y para concluir Noé Fajardo Pérez presentará el tema “La importancia de la obsidiana como instrumento de corte”.

El sábado 30 de mayo a las 10:00 horas se entregará la Medalla
“Benito Fentanes Lavalle” al Dr. Genaro Aguirre Aguilar un ilustre Cosamaloapeño maestro en la comunicación por la Universidad Veracruzana y Doctor en Sociedades Multiculturales y Estudios Interculturales por la Universidad de Granada.
La siguiente actividad que se realizará será la Presentación del cuaderno de trabajo: “En las tesituras de la vida: aprender de la música y la vida cotidiana” esto presentado por el autor Dr. Genaro Aguirre Aguilar.
También se contará con la presentación del video: Homenaje a Marcelino O. Ramos Hernández, con comentarios de Gustavo Vergara Ruiz.
A las 12:00 horas la Mesa de Análisis expondrá el tema “La cultura, el patrimonio y la promoción cultural en el papaloapan” participarán
Francisco Moran Hernández y Gustavo Vergara Ruiz.

Para finalizar el II Foro de Historia y Cultura del Papaloapan Veracruzano a las 18:00 horas el fandango jarocho dará comienzo, esto en la Plaza Santa Maria, participarán grupos de Cosamaloapan, Ixmatlahuacan y Tlacojalpan.

La presidenta de La Sotaventina A.C, la señora Dora Hernández Mallard dijo que es importante promover a los escritores, y al libro a los lectores del Sotavento, a su vez también agradeció a Gustavo Vergara Ruiz por ser piedra angular de la Sotaventina y exhortó al publico en general a que participen en el II Foro de Historia y Cultura del Papaloapan Veracruzano que se llevará a cabo los días 29 y 30 de mayo en esta ciudad de Cosamaloapan.

jueves, 21 de mayo de 2009

Francisco viendo llover desde su ventana.

Francisco se había dispuesto a irse a la cama después de cenar en solitario en el comedor de su casa. Aquella acción de conciliar el sueño fue interrumpida por la intrépida certidumbre de encontrar en esa soledad ocasional la virtud extraordinaria de dejarse seducir por los encantos de la travesura y despilfarros de la libertad.
Era una noche de viernes que le daba el consuelo ameno a una semana febril de enero. Los padres de Francisco aquella noche habían asistido a una cena organizada por los compañeros ex universitarios con el único fin de recordar los episodios del desvarío febril de la juventud.
Como era hijo único, aquella ausencia de autoridad lo condenaba gratamente a ser el soberano absoluto de toda la casa. Francisco era un niño de doce años, con grandes ojos negros, no pasaba de los cincuenta kilos y tenia un lunar colocado en la parte izquierda del cuello; fue desde pequeño un niño muy solitario y tímido, por falta de habla su madre creyó que seria mudo, hasta que por fin, un buen día, a la edad de tres años dejó atrás el lenguaje de las señas y se esmeró en decir sus primeras palabras.
Siempre fue un chico acostumbrado a obedecer y aprendió la gran virtud de ser inflexible a sus creencias, hasta esa noche de viernes en que lo dejaron solo.

Francisco no dejó ningún objeto colocado en su lugar aquella noche, la casa estaba perfectamente desordenada y envuelta en una algarabía y regocijo desmesurado. Era el momento idóneo para despabilar a los sentidos de la rebeldía y altivez de la libertad.
Desordenó su habitación, quemó un duende de peluche que le regaló su abuela y que tanto odiaba, recortó del álbum fotográfico a los primos que detestaba, orinó sin levantar la tapa del baño, debajo del colchón de la cama de sus padres sacó una revista para adultos que ojeó sin pudor alguno, también en esa ocasión de desosiego se fumó un cigarro de la cajetilla de su padre que guardaba en el buró de la sala, Francisco contagiado por la intrépida locura del despilfarro de la libertad mandó al diablo todo el protocolo que tenia que realizar todos los días antes de dormir; él no se bañó, no se cepilló los dientes, ni mucho menos se atrevió a rezarle al Santo que nunca le había cumplido un milagro. Francisco mandó al carajo a las normas y a la excelsitud aquella noche de viernes.

Mientras en el estéreo se escuchaba a todo volumen las canciones del Tri, él en su habitación se mantenía ocupado comiendo frituras, chocolates y dulces mientras veía en la televisión the Simpsons. Toda esa irreverencia iba por buen camino hasta que comenzó a llover.
Aquel acto intempestivo de la naturaleza destempló el momento. La lluvia caía torrencialmente, Francisco tuvo el presentimiento que algo cataclistico se aproximaba.
—Estúpida lluvia— alcanzó a decir mientras observaba por la ventana que la calle poco a poco se inundaba—.
Los minutos siguieron trascurriendo y la lluvia no escampaba. Francisco salió de su habitación y caminó hacia la sala para apagar el estéreo, lo hizo, y después sonó el teléfono pero no se preocupó por contestarlo.
De regreso a su habitación él subió el volumen del televisor para sentirse mejor y no escuchar el estruendo de los rayos eléctricos que de un momento a otro se dejaron escuchar en el cielo.
Poco a poco comenzó a sentirse incomodo y a la vez un tanto nervioso a consecuencia de ser testigo de la tormenta que para él era la mas grande del siglo.

Las horas parecían transcurrir de lentamente y la tormenta no mermaba su fuerza ni los rayos bajaban la guardia. Entonces sucedió lo inevitable; la energía eléctrica desapareció en toda la colonia, incluyendo la casa del soberano miedoso. Al encontrase en la oscuridad Francisco no pudo sofocar el grito, y casi a la velocidad de la luz su cuerpo se enfermó de miedo: no podía hablar, moverse, pensar. En ese estado permaneció cinco minutos, hasta que por fin logró salir de aquel periodo de pánico. Tenía la certidumbre de que sus padres no regresarían pronto a su casa, por eso él tenia que enfrentarse solo cara a cara con sus miedos. Claramente trató con suma delicadeza recobrar el valor suficiente para encarar el terror que sentía cada vez que la lluvia venia acompañada por los truenos.
Recurrió a muchos métodos para olvidarse de la tormenta; cantó, gritó, se imaginó en otro lugar, y hasta trató de recordar las imágenes perturbadoras de la revista para adultos que se atrevió a mirar hace algunas horas atrás, cuando el mundo y él eran más felices.
Francisco aunque quiso ser optimista no encontró ningún motivo que lo exonerara del sufrimiento que le causaba aquel suplico de la naturaleza.

El reloj de la cocina anunciaba con su doces campanadas la media noche, misma que ostentaba miedos, sobresaltos y letanías.
Francisco trató de dormir, pero no lo consiguió. En su cama no encontraba la posición precisa para conciliar el sueño, se movía de un lugar a otro, se tapaba , se destapaba y hasta tuvo la idea de poner su cabeza debajo de la almohada para omitir los ruidos que provocaban la tormenta, pero fueron vanos intentos. Comenzó a cantar para dispar sus miedos y montar una atmósfera amena que le curara su desolación, y en ese instante sucedió lo que él tanto había esperado, la lluvia escampó.
Envuelto en una oscuridad Francisco se aproximó a su ventana, poco podía ver ya que los faroles de la calle no alumbraban a consecuencia de la falta de electricidad. Él con sus ojos miedosos vislumbró el inundamiento irrefutable de la calle, y el paso veloz de un perro, una banda sonora de grillos, y las ranas y luciérnagas que desfilaban en la Venecia improvisada. Después sintió un gran alivio y dijo:
— Por esta noche ya ha sido suficiente lluvia.
Y de pronto comenzó a llover.
— Maldición, no lo puedo creer— agregó furioso—.
Otra vez volvió a sufrir, esta vez la tormenta ya no daría tregua alguna, parecía que el cielo estaba condenado a romperse. Un gran miedo que no entendía de razones se apoderó de él, y este pobre chico ya no sabia que hacer para detener su martirio. — ¡Odio la lluvia!— gritó.
A continuación tomó su almohada y jaló un cobertor para meterse bajo la cama, donde allí rendido ya por el sueño pasaría la noche.
A la mañana siguiente sus padres entraron en su habitación y no lo encontraron acostado en su cama, su padre observó que las cortinas de la ventana estaban amarradas y alegremente le dijo a su esposa:
— Se ve que Francisco ya perdió el miedo por la lluvia, creo que ayer observó caer la lluvia por la ventana.
— También provocó un desorden en esta casa— agregó la esposa—.
— Aquí esta— dijo el padre—.
— Esta debajo de la cama, ahora mismo me va ha escuchar — apuntó la madre—.
— No amor, déjalo, mira se ve que ayer durmió como un angelito.

Francisco Rico Hernández.

martes, 19 de mayo de 2009

El camino recien Empieza, Benedetti deja el legado, Con y Sin Nostalgia.



El escritor Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti, murió a la edad de 88 años el pasado domingo 17 de mayo en la ciudad capital de Montevideo, Uruguay.
Se ha enmudecido la palabra con el fallecimiento de un grande de la literatura de este nuevo siglo, sin lugar a dudas sus obras que han marcado la línea entre la realidad y la magia dejaran un hueco no sólo en sus lectores, si no en todas esas personas que se dejaron seducir por algún buen verso de este uruguayo que sin lugar a dudas con sus poemas nos dejaba burlarnos del miedo hacia la muerte. “La muerte es una presencia y la barajo en conexión a lo que es la muerte para otros, no solo para mi. Pienso que una de las formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar con ella"
Mario Benedetti comenzó su trayectoria literal publicando el volumen de ensayos Peripecia y novela. Después continúo con sus trabajos, libros como; La casa y el ladrillo, Con y sin nostalgia.
También estuvo involucrado con la creación de novelas, cuentos, poemas, ensayos y drama, la cual implementó muy bien en las épocas de la dictadura uruguaya.

Benedetti asumió el exilo por su posición e idealismo político, antes de salir de su país renunció al cargo que ocupaba en la universidad de Montevideo viajando hacia La Habana, Buenos aires, Madrid y Mallorca. Regresando después a su patria hasta 1983.
Sin lugar a dudas fue un hombre con un talento disímil en el mundo de la hoja en blanco, esto le valió la otorgación de innumerables premios, entre ellos la medalla Haydee que el otorgó la casa de las Américas de la Habana.

Ahora mientras tenemos que decirle adiós aun escritor que sin lugar a dudas con sus escritos nos ponía a anestesiar el alma, debemos pensar que con el legado que nos dejó Mario Benedetti tenemos un pueblo, no una masa mórfica, claro por igual descubrir que el hombre que le escribe a su pueblo, ni muerto lo han de parar, pues donde vaya el escrito de ese hombre lo harán resucitar.



ROSTRO DE VOS.

Tengo una soledad
Tan concurrida
Tan llena de nostalgias
Y de rostros de vos
De adioses hace tiempo
Y besos bienvenidos
De primeras de cambio
Y de último vagón.

Tengo una soledad
Tan concurrida
Que puedo organizarla
Como una procesión
Por colores
Tamaños
Y promesas
Por época
Por tacto
Y por sabor.

Sin temblor de más
Me abrazo a tus ausencias
Que asisten y me asisten
Con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
De noches y deseos
De risas y de alguna
Maldición.

Mis huéspedes concurren
Concurren como sueños
Con sus rencores nuevos
Su falta de candor
Yo les pongo una escoba
Tras la puerta
Porque quiero estar solo
Con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
Mira a otra parte
Con sus ojos de amor
Que ya no aman
Como víveres
Que buscan su hambre
Miran y miran
Y apagan mi jornada.

Las paredes se van
Queda la noche
Las nostalgias se van
No queda nada.

Mario Benedetti.



Francisco Rico Hernandez
Periodico Imagen de Veracruz.

sábado, 16 de mayo de 2009

La Herencia de Don Feliciano.

Yo vi cuando la vendieron. Yo vi cuando su padre, don Feliciano, el cuidador de becerros vendió a su hija Mercedes con un foráneo disque comerciante de ropa.
La pobre no pasaba de los quince años y era tierna como los pétalos de las rosas, sus ojos negros intensos sollozaban como las lluvias de mayo, era flaca y su color de piel era el de la azúcar morena.
Yo vi cuando su padre la tenia parada junto a él al pie de la puerta de su casa, vi cuando su hermano y sus otras dos hermanas que aun miaban la cama la despedían mientras le colocaban junto a ella una caja con su ropa, dos cacerolas de barro y una muñeca vieja que se llevaba la niña grande.
Su padre era inmune a las rogativas de la pequeña Mercedes, a ella la pobreza le mataba la inocencia.
Escuché a los perros ladrar cuando un hombre, su futuro esposo llegó con su camioneta destartalada a buscar la inmaculada herencia de don Feliciano; la casta y virtuosa de Mercedes.
Mientras don Feliciano reciba el dinero que había acordado por la venta del cuerpo de su hija, observé claramente la humanidad de aquel hombre ignoto. Él tenia puestas unas botas de culebra muy sucias, el pantalón con la bragueta rota y por culpa de su obesidad la camisa cuadrada que lo cubría carecía de dos botones; era muy feo y mal hablado , pero eso si, con el dinero suficiente como para comprarse una virgen de a deberás y llevársela a su cuarto.
Después de tener todo en orden lo subsecuente fue que comenzó apretar el frio en la sierra.
Mercedes vio por última vez su pobre hogar, camino en dirección hacia sus pequeñas hermanas y les susurró al oído con amargura:
— Váyanse de aquí cuando puedan.
— No podemos — contestó una de ellas—.
— ¡Que se larguen lo más pronto posible!
— No podemos hacer eso, tenemos hambre.
Aquellas palabras ostentaban la condición de infortunio que se implantaría en el destino de sus hermanas. No hubo una despedida familiar, ni mucho menos mas lagrimas, simplemente las manos se movieron en el aire de un lado a otro y la desdicha, madre de esta terrible realidad apretó el corazón de todos y cerró las ventanas del alma que son los ojos, secando así toda gota de felicidad.
Yo vi todo eso, y mientras se me escurrían las lágrimas de los ojos vislumbré como se alejaba la niña Mercedes.

Esa misma noche me fui a la cantina de Jonás, ahí quería emborracharme para matar mis pobrezas, mis penas. Aquel lugar no tenía moral, las cuatro paredes estaba teñidas en un acto ambivalente de alegrías y tristezas, nada ahí era sublime, todo era desaliñado y lánguido. Le pedí al cantinero un trago mas desde mi mesa, al instante miré como don Feliciano entraba a la cantina impasible. Ese anciano no debía de pasar de los sesenta años y cada invierno que pasaba en esta sierra su corazón se volvía más gélido.
— Don Feliciano, siéntese aquí — le dije—.
— ¿Quien eres tú? — me preguntó —.
—Soy Gaudencio, el mismo flaco que vivía enfrente de su casa. Me fui del pueblo con mis padres cuando tenía diez años de edad a los United States, pero me los mataron al cruzar y por eso sólo me quedé allá nueve años tratando de sobrevivir, y ahora vuelvo con más pena que gloria a mi pueblo.
— Pobre de ti muchacho.
—No se fije don Feliciano, la vida me ha hecho hombre y yo no sé rajarme, por eso decidí regresar para empezar de nuevo, aquí en este pueblo en donde no crese nada, en donde la tierra no produce mas que miseria y desgracia — le dije—.
Don Feliciano no se atrevió a contestarme, pido una copa de brandy y mientras la bebía yo miré en sus ojos la amargura de su persona, el descuido de amor en el que había vivido tantos años.
— Cuénteme a usted como lo ha tratado la vida.
—Pues uno siempre esta acostumbrado a sobrellevarla como puede, la pobreza no perdona, la pobreza duele en la panza — agregó—.
— Ahí son los pesares.
Mientras continuábamos bebiendo en aquella cantina de pobres él me contó que por fin tenia una excusa para burlarse de la pobreza, me dijo que había logrado cobrar la herencia que le dejó su esposa muerta. — No tuve otra cosa mas que hacer— narraba— su madre me dijo que Mercedes era lo único de valor que dejaba a la familia, y por esa razón tuve que venderla, siguiendo la tradición del pueblo — Don Feliciano ya estaba harto de andar siempre con el ombligo pegado al espinazo, ya no veía lo duro, si no lo tupido. Con su miserable sueldo de cuidador de borregos tenia que mantener a cuatro bocas y todavía tenia la mala suerte de estar viejo y el inconveniente de haber nacido pobre.

Dos horas después cuando la noche es más pesada y el frio te cala los huesos, don Feliciano me dijo así nada más, sin preámbulos:
— Gaudencio a mi hija la vendí por trescientos pesos.
Hijo de toda su madre, pensé, vendió a la chamaca por tan poco, hasta yo la hubiera comprado, hubiera vendido por ella mi colchón y mi caballo, el negro que tanto me gusta.
Pero créanme cuando se los dijo, el dinero no le duró mucho, yo lo vi, se los digo de verdad. Esa misma noche tuvo que pagarle lo fiado al señor de los abarrotes que apunta de navaja le cobraba la deuda, también el muy pendejo se calentó demasiado y le agarró las nalgas a una puta que traía macho esa noche provocando así una pelea grande. Al final tuvo que pagar los desmanes que provocó, mesas quebradas, cristales rotos, y botellas despilfarradas, y aunque vendió su chamarra y se quedó con frio aun quedó debiendo la cuenta de la borrachera.


Francisco Rico Hernandez.

viernes, 15 de mayo de 2009

ConFEciones de Un viERNES

Mujer demás esta decir; te extraño y el resto
de cursilerías.
Ya que desde tu exilio voluntario la
nostalgia sigue de primer indicio.

(Mas fácil dispara rosas un misil, que tú un quizás.)

martes, 12 de mayo de 2009

EL LIBRO DE LA MOSCA ( Francisco y sus amigos/juego de poemas)



IV Parte.

SIN EMBARGO... TE QUIERO.

Quiero despedirme de tu amor
Quisiera olvidarme de tus besos
De esos labios que un día mantuve presos
Y que hoy por hoy, me causan gran dolor.

Nunca imaginé te lo aseguro,
Que llegaría a querer como te quiero
Y al sentirte ajena, desespero,
Mas la esperanza queda, te lo juro.

No me niegues el sol de tu sonrisa
Ni la pasión ardiente de tus besos
Quiero tenerte, gozarte sin las prisas
Que a veces nos conducen al exceso.

Hasta nunca, dijiste,
Y aunque eso es mucho tiempo
Cuanta razón tuviste
Y aunque aliento
La esperanza de tenerte
No quisiera,por dios volver a verte.

Siento necesidad de estar contigo
En las noches el sueño me arrebatas,
No te puedo olvidar y hasta maldigo
El haberte tenido,por ingrata.

Porque bien sabes como yo te quiero
gemiste con mi amor enternecida.
¿ Acaso tu pasión mueve el dinero?
¿ Tu entrega cariñosa fue fingida?


Claudio Solano Cruz.
Chacaltianguis, Veracruz.





NUESTRO JUEGO.


En vez de acostarnos en la cama a dormir a,
Respirar, a cerrar los ojos, o a descansar;
Hacemos otra cosa, nos tumbamos a la cama
Desnudos y nos amamos desesperadamente,
Fervientemente.
Jugamos nuestro juego predilecto: sudar y
Movernos al compas del ritual del amor.

Enamorado y más hombre que nunca entro
En ti y salgo cuantas veces quiero.
Tú frágil y completa esperas que el tiempo
No pase en vano.
No hay palabras, ni prisas.
Te regalo en el rosal guirnaldas de lunas,
Lunares de sol.
Tus encantos de Eva me consagran,
Me exoneras del cielo con tu manera tan
Inmaculada de amar.

Juntos aun sin dormirnos,
Desnudos, y con hambre, alumbramos
Al sol del alba.


Francisco Rico Hernández

Cosamaloapan, Veracruz.

domingo, 10 de mayo de 2009

EL LIBRO DE LA MOSCA (Francisco y sus amigos /juego de poemas)



III Parte.



BELLA.


Eres bella, porque de algún modo me lo dicen tus ojos, tu ombligo, tus manos y las uñas de tus pies.
Bella, ahora te tengo cuando estoy en silencio. Cuando sueño. Cuando me muero por ratitos en la noche.
Quiero hacerte el amor, bella. Chuparte el pezón, oler tus cabellos y moverte con mi cintura a las maneras dóciles del amor.
Bella, te recuerdo todas las putas noches, por eso me niego en aceptar que la memoria encuentre caminos de regreso donde están, el pasado y la nostalgia.
A veces exagero en pensar que eres única. Vete al diablo, bella.


Francisco Rico.
24 de Mayo 2007.




SOLEDAD.

QUE SENTIRA LA NOCHE CUANDO EL INSOMNIO ES INFINITO.
TENGO GANAS DE NO TENER GANAS, DE ENAMORARME UNA VEZ MAS,
DE NO SEGUIR PERDIENDO EL TIEMPO Y DE YA NO SOÑAR DESPIERTA;
PORQUE LA NOCHE SE HIZO PARA DORMIR, EL DORMIR PARA SOÑAR Y
LA MAYORIA DE NUESTROS SUEÑOS PARA CUMPLIRSE.

QUE HARA LA SOLEDAD CUANDO EN SU PEOR MOMENTO
SE ENCUENTRA ACOMPAÑADA.
NO SE SI LO QUE ESCRIBO ES SOLO POR ESCRIBIR,
ES PARA PLASMAR UN SENTIMIENTO, UN ENOJO, UNA FRUSTRACION
O SIMPLEMENTE POR QUE MIS MANOS YA NO OBEDECEN
LOS IMPULSOS NEUROELECTRICOS DE MI CEREBRO Y AHORA
SOLO HACEN CASO AL DICTADO DE MI CORAZON.

QUE HARA MI CORAZON PARA SACARTE DEL
LUGAR DONDE TE HAS DEPOSITADO.
COMO HACER PARA OLVIDAR A UN HIJO DE PUTA
QUE NO TUVO LOS PANTALONES DE DESTROZARME
EL CORAZON DE UN SOLO TAJO Y PREFIRIO ESTRUJARLO
POCO A POCO HASTA QUE YA NO QUEDARAN
NI FUERRZAS PARA SEGUIR.
¿COMO OLVIDAR A LA PERSONA DE LA QUE TE ENAMORASTE
JUGANDO A NO HACERLO, COMO?
COMO HACERLE PARA OLVIDARME DE TODO
Y AUN ASI SEGUIR RECORDANDO.

QUE SENTIRA LA NADA CUANDO TODO SE ENCUENTRA
SUMERGIDO EN ELLA...
COMO HACER PARA QUITARNOS EL AMARGO SABOR
DE BOCA QUE NOS DEJA EL PASO DE MAS DE 20 CIGARROS AL DIA
POR EL SIMPLE HECHO DE NO SABER EN QUE OTRA PUTA MADRE
DESPERDICIAR EL TIEMPO PARA YA NO SUFRIR POR LOS RECUERDOS.


Sandy Perez Sanchez.
Cosamaloápan, Veracruz.



POSDATA; Sandy que te púedo decir amiga mia,
si ya todo se esta escribiendo con tu pluma,te sienta
bien escribir del amor,es que todo es verdad como me
lo cuentas...
atte; Francisco, el Vago, el ruletero....

jueves, 7 de mayo de 2009

EL LIBRO DE LA MOSCA (Francisco y sus amigos / juego de poemas)



II parte.



CUANDO UNO ESTA ENAMORADO.

Cuando uno esta enamorado la noche dura un poco mas.
Cuando uno esta enamorado los cuerpos se transforman a la virtud de la inconsciencia,
Cuando uno esta enamorado ya no hay espacios desocupados,
y el tiempo es solo un pretexto.
Cuando uno esta enamorado lo tangible lo vuelve loco, sordo e
inmune.
Cuando uno esta enamorado a prende a sobrevivir muerto de amor estando vivo.




Francisco Rico.

Orizaba, Veracruz.
Noviembre del 2008.





-OLVIDO DE LA SOLEDAD-.


Ya no está en la soledad cuando amanece,
en el sol cuando aclarece,
ni en el aire que respiro.
Ya no es huella, ni hastío.
Él en mí, por suerte… ya no está.

Hoy es sólo simple bruma;
que se perdió en la soledad.
Ya no deseo volverlo a ver.
A estar sola; al fin me acostumbre.

Ya no lo busco, ni deseo encontrarlo,
Es verdad; ya no lo extraño como ayer.
Mi alma al fin halló la paz.
Hoy me siento sola, libre y dispuesta a no esperar…




Mildred Portugal.
Monterrey, Nuevo leon.
Noviembre del 2008.

martes, 5 de mayo de 2009

EL LIBRO DE LA MOSCA ( Francisco y sus amigos/ juego de poemas)




I PARTE.


12 de Febrero del 2005.

Soy la luna, soy el aire, soy causa y heridas
soy el agua de la regadera, colores de otoño
soy la luz, soy el mar, soy lo que tocas,
soy tú, soy yo, soy ellos
soy aquel que todo lo ve y todo lo sabe
soy la destrucción, el genocidio, soy lo que piensas
Soy verde, soy plata, soy plomo y plumas
soy humo y estiércol, soy jabón, soy metal
soy aquella que da vida, soy tierra y sangre
soy colinas y nevadas montañas, veneno
soy la cuna de lo bueno, la tumba de lo eterno
soy sal y azúcar, soy uñas y dientes,
soy libre estrella, nube viajera
soy sombra de piedra, anciano de arena
soy niño de algodón, papel de estraza
soy tiempo, soy besos, soy olvido
soy águila, pez y tigre
soy lo que oyes, soy nada, soy todo
soy yo, soy tú y soy ellos.


Marisa Diez-Canedo.





ME CURO.

Me curo de los fantasmas de la incertidumbre que vienen descalzos al filo del alba.
Me curo de comerme flores marchitas que me ofrecen mujeres insulsas en el entresuelo de los camastros del placer fríos y tristes.
Me curo de buscarle los pasos a los futuros sin domicilios y estragos de la imaginación.
Me curo de los ángulos, de las tentativas de la geometría y ensalmos de la ciencia.
Me curo de los feligreses que alaban a figuras secas y sin ninguna gota de vida.
Me curo del árbol que esta creciendo y que me niega el fruto prohibido.
Me curo de los policías, de los que cobran la renta, de los chismes, de la coca-cola, de los tacos, corrupción, gripe, prisas, mocos.
Me curo de los sobresaltos de la pasión sorda y besos salados que despabilan corazones aburridos de latir.
Me curo de las putas sin nombres y de las carteras violadas en las noches donde el sueño no aparece y el desosiego reina.
Me curo de los milagros perezosos y del sol que me quema la fe.
Me curo de las heridas que se curan con arena, de los zapatos rotos, del carmín del noviazgo de un sólo día.
Me curo de las palomas que me cagan en los octubres de devaneo y de la soledad que es mi amante y que desnudo cuando puedo.
Se curan, nos curamos, algunos, ellos no, ustedes si, éste no, él si, tú como aquel prefiere curarse los espantos de los amores sin consuelos y sin caducidad perfumados de mentiras que enaltecen la pobreza del amor.
Algunos no se curan de sonrisas sardónicas intempestivas que cortan y desgarran la piel de la inocencia.
Ellos no se curan de deudas cuando abren los ojos a la incompatibilidad de la verdad.
Ustedes se curan de inconciencias y de panes de trigal.
Éste no se cura de peleas y amistades postergadas a la eternidad.
Él si se cura de promesas de cristal y boletos de viajero expreses.
Y yo no me curo de los laberintos de palabras que dicen tu boca y de los lunares de tu cuello, de los besos tuyos en mi manos y del perfume del recuerdo que se quedo conmigo.



Francisco Rico.

lunes, 4 de mayo de 2009

HOTEL

Recuerdo que era noviembre. Si, ese mes era, porque recuerdo que en la recepción del hotel condenado a dos estrellas al que fui me robé de la ofrenda un dulce.
A la señora que mostraba los estragos del desvelo en su rostro le pagué el peaje barato que me daba la entrada al paraíso, ella me asignó el cuarto numero siete y entonces pensé: — Es el número de la suerte. Desafortunadamente olvidé por error el nombre de aquel lugar, templo del morbo y descanso para los viajeros pobres en busca de nada. Sólo se que estaba ubicado en el callejón Pino Suárez, son de esos que casi nadie camina en las horas del desvelo. El hotel era de cuatro pisos, con luces de neon en la recepción, misma que tenia espejos colgados en cualquier espacio en la pared y un anuncio de Coca-Cola en una lamina oxidada.
Mientras subía las escaleras estaba pensando si lo que iba hacer a mi edad era lo correcto. Entonces para no hacerle caso a la moral encendí un cigarro de mi cajetilla nueva. Al llegar al segundo piso caminé por el pasillo sombrío y abigarrado, a consecuencia de los nervios la llave de la habitación se me cayó antes de meterla al cerrojo.
— Mierda — dije—.
Las levanté y a continuación me dispuse a abrir la puerta. Al entrar al cuarto encendí el apagador y me encontré de frente con un ambiente triste, con una cama compartida con tantas gentes, con un olor a nada, con el cementerio exacto de amores claudicados y el lugar de receso de aventuras fervientes. Me encontré con el espacio vacío de mil vidas vividas. En el cuarto de hotel había dos sillas, una cama individual, un baño pequeño y un buró de madera apolillado con un cenicero con el nombre de otro hotel. Deslicé las cortinas de la ventana y miré hacia la calle y me distrajo un gato negro que me miró fijamente. Tuve que alejarme de la ventana por aquella sensación que me dio al ver al gato. Me acosté en la cama y para entonces encendí otro cigarro y evoqué algunas aventuras que años atrás realicé en cuartos como este con tanto fervor. No había notado que un espejo se establecía en el techo, justamente arriba de la cama, creo que para elevar los egos de los amantes de una hora. Me sentí un poco avergonzado por estar mas solo que un espantapájaros en el lugar más indicado para realizar el ejercicio básico de buscar en el sexo las sobras de los amores caducados.
Para entonces mi celular sonó al ritmo de Barbie súper Star de Joaquín Sabina.
— Hola — dije —.
— Te habían dicho que estás loco — agregaba ella — a tu edad como se te ocurren
tantas pendejadas.
— Vas a venir ¿Si o no?
— Esta bien, en cinco minutos llego — finalizó Isis—.

En la puerta, con una puntualidad estricta se escucharon los llamados de Isis. Me apresuré a abrirle la puerta y cuando la vi le dije:
— Tu puntualidad me asusta.
— No todos somos como tú de impuntuales.
— Te ves terriblemente bella — apunté—.
— Dime algo que no sepa — dijo con desden ella—.
— ¿Y dime como supiste en que cuarto estaba yo?
— Pregunté por ti en recepción, eres el único pendejo que viene a un lugar como este y solo.
— Se llama hotel Isis, y ahora tú estas conmigo, pasa.
Ella entró al cuarto y apenas se atrevió a mirar el lugar. Isis no lucia tan hermosa como le dije, pero para ser sincero si era muy bonita. Llevaba puesto un vestido de gala color lila escotado de una sola pieza, unas zapatillas doradas que combinaban con su bolso de mano, el aroma de su perfume de Carolina Herrera que tenia impregnaba un olor diáfano a flores frescas, su cabello lo tenia suelto, y las uñas de sus manos eran perfectas, con sus ojos de atardecer y su maquillaje sutil mostraba su belleza al natural; una belleza de Caribe, diría yo. Isis se acomodó en una silla mientras yo la miraba aun ubicado detrás de la puerta sin saber que decirle.
— ¿Quieres que pidamos unas cervezas o una botella de tequila? — me preguntó —.
— Tequila, hoy no tengo ganas de vomitar.
— Me parece bien.
— Espérame un momento bajaré a pedir la botella y unos vasos y hielo— le dije—.
— Toma mi tarjeta de crédito, es que no tengo mucho efectivo— agregó ella—.
— No jodas, ¿Crees que en un lugar como este aceptan tarjetas de crédito?
— No verdad.
— No.
— Perdón no te enojes, además esta noche contigo no quiero pelear, hoy no. — me dijo Isis—.
— No te preocupes no lo haremos.
Ella me sonrió sinceramente y entonces salí de la habitación y bajé comprar las cosas a la recepción.
Antes de partir de nuevo al cuarto la señora me preguntó sin miramientos; ¿Quiere usted condones joven? Me detuve un momento a pensar en lo que me había preguntado, y saliéndome de la abstracción me atreví a lanzarle la respuesta tímidamente: No, gracias.
Cuando llegué al cuarto Isis me dijo que esta noche podría ser muy larga. Después nos
servimos el tequila con refresco acompañado por un par de peces de hielo. Brindamos y nos bebimos la primera copa en un sólo sorbo. Saqué mí cajetilla y encendí un cigarro.
— ¿Quieres un cigarro?
— No, gracias ya dejé de fumar.
— Me parece perfecto— le dije—.
— Gracias por preocuparte por mi salud — me agradecía —.
— No era eso. Digo que me parece perfecto que ya no fumes, así no tendré que compartir mis cigarros.
— Eres un idiota — finalizó Isis—.
Si ella me hubiera preguntado el motivo por el cual estaba conmigo en un hotel, yo no hubiera encontrado la justificación adecuada que me exonerara de cualquier cargo con culpa. Sin embargo sabia con mucha lucidez que este lugar era el idóneo para que los dos estuviéramos solos, mas unidos que nunca, este hotel de mala muerte para mi era la boca de Dios. Ahí no había nada de prisas, miedos, muertes, hambre, mentiras, menstruación. No alcancé a notarlo antes pero vislumbré que en el dedo medio de la mano izquierda tenía un anillo de oro, ella notó que mi vista descubrió su prematuro secreto, mientras se lo sacaba del dedo me dijo:
— Justamente hoy me pidió que fuera su esposa.
— Tú lo has dicho Isis, justamente e inconvenientemente hoy.
— Aun no sé si lo amo.
— ¿Es abogado verdad? — le pregunté—.
— Si — contestó un poco confundida—.
— Dicen que los abogados saben poco de amor, pues el amor se cohíbe en los juzgados — agregué—.
Entonces ella se atrevió a decirme el mejor piropo de toda la noche: — Eres un hijo de puta.

No podría creer que esa mujer que no pasaba de los veintidós años tuviera una propuesta tan indecorosa como la propuesta del matrimonio. Nos servimos otra copa de tequila, y algo había ahí que me inspiraba el desgarramiento de mi timidez.
— Fúmate un cigarro, te hará bien— insistí—.
— Creo que tienes razón, dame un uno.
Yo había sido el culpable de que ella aprendiera a fumar. Años atrás una noche, en un portón que no era el de su casa ni el de la mía le confesé inoportunamente que me gustaba, le propuse de la manera menos indicada que fuera mi novia, Isis por esos años no se atrevió a responderme, sólo me pidió un cigarro y sin darnos cuenta entre los dos nos acabamos una cajetilla hablando de lo que sentíamos. Desde ese momento comenzó a fumar.
— ¿Porqué lo nuestro no funcionó?
— Tú lo arruinantes — afirmó ella—.
— ¡Yo!
— Si tú compañerito. Éramos buenos amigos, nos entendíamos, me escuchabas, me escribiste poemas. Pero después los dos no nos aguantábamos, discutíamos mucho, por culpa de nuestro carácter que son incompatibles. Además que le gustabas a mi prima.
— Mierda no sólo fue mi culpa, usted señorita también la cagó. Eras un crucigrama para mí. Además no exageres sólo te escribí dos poemas — aclaré —.
— Mejor cállate, no quiero discutir contigo como siempre. Además te informó que hubo otra cosa por la que no fuimos novios, ese pequeño detalle fue el hecho que eras muy mujeriego— añadió con remilgos—.
— No jodas Isis, te repito hasta la noche de luna que Merari sólo era mi amiga.
— Por favor francisco no me hagas reír, eres hasta descarado.
— Te informo que ya soy mas maduro que antes.
— Esta bien — dijo ella—.
La noche se hacia mas vieja, y las horas del desvelo y de los excesos hicieron acto de presencia en los cuartos vecinos. Me levanté de la cama en donde estaba sentado y tomé el cenicero lleno de colillas y lo vacié en el cesto del baño. Isis se sirvió otra copa de tequila y empezó con su clásico jueguito de halarse el cabello, luego me miró, cruzó las piernas y sensualmente me pidió que le encendiera el cigarrillo. Lo hice mientras me temblaban las manos. Después me senté en la cama y me quité el abrigo, ella tuvo el descaro de invadir mi espacio y se sentó en la cama, junto a mí. Sabía que ese acto de locomoción correspondía al evento pronosticado por el cual estábamos en aquel lugar. Isis me tomó de la mano y me susurró sin preámbulos al odio:
— Háblame de ella, de la bella.
— Me estremecí.
— No — apunté con autoridad—.
— Ha estas horas aquí, eso seria lo mas decente y romántico — me dijo—.
— Te puedo contar de muchas cosas; de la puta de mi vecina, de las preocupaciones que no tengo, te puedo hablar de literatura, de los abogados y hasta de política, pero por favor no me pidas que te hable de la bella.
— Es ahora o nunca — sentenció—.
Cuando me disponía por fin hablarle de la bella el momento fue destemplado por los ruidos que venían de la puerta. Presuroso atendí el llamado. Cuando abrí la puerta lo reconocí a primera vista aunque se hubiera dejado el cabello largo, era César y le dije:
— Carajo hubiera preferido que me partiera un rayo.
— Buenas noches Julianito — dijo con ánimos de fiesta—.
— ¿Y tú impúdico animal adicto a la inmoralidad como supiste que estaba yo aquí? — le pregunté —.
— Me llamó a mi móvil Isis, y me dijo que viniera. Cabrón se que te gusta dejar nombres falsos, pero el que dejaste esta vez en recepción me pareció muy gay, no mames “Julián”, que maricon me saliste — me dijo burlándose César—.
Isis se rió brevemente y a continuación César pasó y nos preguntó que carajos hacíamos los dos solos en un hotel, con tequila, cigarros, y cuestionó por ende el porque Isis estaba en la cama sentada despeinada y yo sin mi abrigo. No le di explicaciones ni ella tampoco.

— ¿Que hacemos para que valga la pena este desvelo? — preguntó César—.
— Quiero que “Julianito” — decía Isis mientras se burlaba — nos cuente ahora si de la bella.
— No hay gran cosa que contar, porque no mejor nos emborrachamos hasta perder el conocimiento — propuse—.
— Ni madres cabrón. Tú algo tienes, desde que regresaste de Xalapa estas más raro que de costumbre — me dijo César—. Tienes que contarnos acerca de la bella.
— Sabias César que Isis se va a casar — interrumpí—.
— ¿En verdad?
— No mames cabrón, no cambies el tema — apuntó Isis enfadada—.
— ¿En verdad te vas a casar Isis? — volvió a preguntar César—.
— Según ella, pero cometería un gran error si se casa con él, ni siquiera esta convencida de hacerlo — agregué—.
— Si estoy convencida, pero aun no se si lo amo — dijo Isis confundida—.
— Ves Cesar lo que te digo, como entender a las mujeres si ellas mismas se contradicen. Esta mujer, ¿Acabas de escuchar su confuso argumento?
— Los hombres son unos pendejos, ustedes tienen en su naturaleza la capacidad de arruinarlo todo y precipitar los hechos con sus prisas — aclaraba ella— si las cosas salen mal nos culpan. Nosotras siempre pedimos a hombres que nos escuchen, que sean tiernos y que nos hagan sentir respetadas y amadas.
— ¿Entonces por que luego andan de novias con cada barbaján? — preguntó Cesar—.
— No les digo que los hombres son unos brutos, eso es lo que “pedimos”, pero no muchas veces es lo que necesitamos, lo que queremos es un hombre que nos haga sentir mujer en todos los aspectos — nos dijo Isis —. Pero claro también tienen que ser tiernos y amarnos.
— No mames de cual te fumaste Isis, como es eso que lo que piden las mujeres a veces no es lo que necesitan — dijo mi amigo —.
— Yo si lo entiendo. Las mujeres son un misterio, un dulce misterio, por eso me gustan tanto — finalicé—.
Para entonces César se había servido una copa de tequila, encendió un cigarro y caminó rumbo a la ventana y contempló la avenida desabitada, por mi parte me recosté en el hombro de Isis y me sentí más cómodo, ella deslizó su mano en mi antebrazo y se sorprendió de la suavidad de mi piel. Mi amigo se bebió otra copa de tequila y encendió otro cigarrillo. Tenia claro que aquel cuartucho mismo que estábamos compartiendo con tantas gentes que alguna vez estuvieron antes que nosotros, el cual se acostumbró por el paso de los años a escuchar innumerables historia ya caducadas por el tiempo tenia en amparo a un trío de seres humanos que no encontraban un escaparate maravilloso para ser felices a plenitud.
— Saben me estoy acordando de La canción de las noches perdidas de Joaquín Sabina — dije—.
— Tú y tu puto Joaquín Sabina ya me tienes harto con ese maricon — apuntó César—
— Dinos si siempre nos vas a contar de la bella.
— Si, pero no toda la historia, prometí que seria lo que vivimos ella y yo un secreto.
— Que político me saliste — dijo César—.
— A mi me parece romántico — apuntó ella—.
Enseguida les empecé a narrar mi historia, omitiendo en verdad muchos detalles y eventualidades que prometí no contar. Entre algunas cosas que les dije fue que nos fumamos dos cajetillas, por igual forma les conté que mientas caminaba con ella de la mano y la besaba mi alma desvariaba de alegría, que con tan sólo respirar su cuello lugar de paz y de sus lunares yo me sentía insultantemente feliz. También agregué que bailamos salsa en la calle y que le regalé una rosa en el café que frecuentamos y que tuvimos el acuerdo gentil de enviarnos cartas por el correo postal.
— Que romántico — me dijo Isis mientras me tomaba del hombro—.
— Que loco eres — concluyó mi amigo—.
Después escuchamos unos alaridos de placer que provenían del cuarto vecino, Cesar se apresuro a abrir la puerta y atento escuchaba los gemidos intermitentes. Isis se empezó a carcajear y yo reprimí a mi amigo, a él no le importó lo que le dije, por eso le hice la broma de tocar la puerta del cuarto del placer y corrí a prisa a nuestra habitación y cerré la puerta dejándolo a fuera. — Eso le pasa por caliente, le dije a Isis.
Entre ella y yo nos acabamos lo que sobraba de la botella, impasibles a las rogativas de Cesar por entrar. Que noche tan inesperada y hasta extraña la que pasamos en ese hotel de dos estrellas. Todo estaba bien, hasta que Isis rompió el encanto.
— Mierda, no puedo ser todas las mujeres en una. Mi madre desea que fuera mejor hija, que fuera mejor estudiante, y ahora me presionan con eso del matrimonio. Necesito un espacio para mí. Sabes por eso también acepte tu invitación.
— No quiero te pongas triste, tu eres una gran persona con una capacidad intelectual y espiritual inmensa sin lugar a dudas puedes con esos menesteres — le dije—.
— No es que no me sienta capas, simplemente que tengo un poco de miedo a despertar agresivamente a una realidad que desconocía — me dijo—.
— Sabes que cuentas conmigo, yo te quiero mucho.
Ella me miró como ya hacia tiempo había dejado de mirarme. Yo la tomé de la mano y entonces cuando todo era sublime, Isis vomito. Yo me alejé de ella y corrí a abrirle la puerta a César.
— ¿Adónde esta Isis?
— En el baño.
— Vomitando.
— Si.
Yo me sentía un poco confundido, y por igual estaba sintiendo los estragos del tequila y del desvelo, eran las cuatro de la madrugada.
— No dejo de pensar en la bella.
— ¿En verdad?
— Si. Estoy demasiado involucrado, la quiero mucho, la quiero volver a ver.
— ¿Y no estarás bautizando de amor, lo que de seguro es compañía? , tal vez es como las demás mujeres de mentirosas — me dijo—.
— No creo. Yo se que aun hay mujeres que valen la pena por estos días en este mundo tan convulsionado. Es especial. No se explicártelo pero en un día normal, nosotros dos lo hicimos especial, fue una magia mutua que no estaba planeada y que más sin embargo se apareció. Fue sencillamente maravilloso haber compartido un pedazo de mi vida con ella, con la bella.
— Ojala.
Para entonces Isis había regresado y empezamos a contar un poco de nuestras vidas vividas en un tiempo de hace años atrás. Al terminar la reunión en un amanecer azul, nos despertamos a la realidad y dejamos aquel cuartucho de hotel que guardaría por el resto de su vida esa noche mágica y sensacional que pasamos.
— ¿Porque escogiste como reunión un hotel? — preguntó ella—.
— Digamos que para mi son los lugares mas oportunos, solos, grises, esporádicos, y en donde todos vienen con la seguridad que una mañana al despertar no se acordaran de nada— respondí— es un lugar que ami me gusta por que ahí la soledad te da las alas para volar al mundo de la literatura, es algo muy raro, para explicar.
— Acuérdate que fue en noviembre que venimos — dijo Cesar—.
— Si.
— ¿Y como se llama este hotel? — preguntó mi amiga—.
— No, eso si no lo preguntes — le dije—.
— ¿Porque? — Preguntó Cesar—.
— Porque la memoria luego encuentra caminos de regreso.






F.R.H