lunes, 11 de enero de 2010

Para matar.

—¿Señor nada mas por pintar el nombre de su hija en la pared me quiere matar?
—No es por eso.
-¿Será entonces porque salimos un día, mientras a usted le dijo iba a ir a buscar trabajo?
—No.
—Bueno ha de ser porque ella y yo nos prometimos amor, y claro en el errante momento no supimos las desavenencias a futuros, sin embargo nunca lo hicimos… usted ya sabe a lo que me refiero…
—Carajo, aunque bien valía la pena matarte por eso, no es la razón por la que quiero enterrarte vivo.
—Bueno siendo directo con usted, le debo de confesar que me enamoré de ella, aunque no me lo crea, pero lo mas seguro es que me utilizo pa’ ver que se siente enamorar de un fulano de tal, como yo. Además se le veía en la cara que a las buenas costumbres no se había acostumbrado.
—Nada de eso vale la pena.
-No se preocupe con esto he comprendido que gana el que pierde a una mujer.
—Quiero matarte porque ella no hace otra cosa que mentir, que imaginarse como un tal Susanita, la que escribió Rulfo y que mataba con su indiferencia a Pedro Páramo.
—Ojala y fuera cierto, usted esta desvariando; eso de ser director de editoriales lo vuelven a uno loco, confundiendo las noveles con el amor de pedazos que se da en la calle.
—Fíjese que no. Ella me lo dijo.
—Entonces dígale que se meta al mundo de Sabines.
—¿Por qué?
—No he leído a otro que hable tan bien de las despedidas y del veneno del amor como él—.


Francisco Rico Hernandez.

3 comentarios:

Jenn dijo...

Preciosooooo, me encantó (L)
Por cierto, he visto que no sigues mi blog, y me cuesta encontrarte. Dale al botón de seguir y así estamos más a mano :)
¿Qué tal todo?

Besitos silenciosos...

Jenn dijo...

Pues en mis seguidores no me sales, por eso me cuesta tanto encontrarte *___*
Muchos besos guapísimo, cuidate. :)

Diario de un PEaton dijo...

Me gusto mucha esta platica, de varios años despues, que aun no ha llegado.