viernes, 17 de febrero de 2012

Y todo es como si no hubiera nada.





Te maté, te maté en un sueño de infinita noche soleada.
No quise tocarte la frente ni mucho menos dejarte aquel beso
Que moribundo pedías como si fuera el boceto de la vida.
Me envenenaste, me dejaste aquel perfume del maldito amor
romance desgraciado, desalmado que no tiene corazón,
Sólo patas largas para abarcarte y una afilada daga,
Y dos mohosas manos que te acarician en las noches de insomnio.
Los recuerdos me llegan incurables, maldita noches trastornada,
Serpiente de seis cabezas, vientre del feto ciego,
Corazón raspado.
Me llenas del pecado sólo por quererte enmendar,
Maldita suerte, lo juro, maldita suerte del Cupido ebrio
Que se cruzó en nuestro camino, tiempo perpetuo de aquel encuentro,
Sepulcro de la inexistente felicidad.
Tu corazón vació de verdad, lleno de viento.
Monumento a la expresividad de la roca.
Débil coraza que te doblegas ante la presencia del llanto que brota
De los ojos secos del ser más frígido e introvertido jamás encontrado.
Te lamentas el haberte dormido y bebido en mi sexo,
Yo lamento haberte abierto las puertas de mi cuerpo,
¡PERO YA! dejémonos de lamentos y estupideces triviales.
Disfrútame que carajos, que esta vida sólo es una y tú solo un ave de paso,
Ahoguémonos en este mar de lujuria, total de santos está lleno el cielo.
Pero sólo los promiscuos como tú y como yo tocamos la gloria,
Con nuestras propias manos sin la necesidad de salir de nuestras camas.

Sandy Pérez Sánchez / Francisco Rico Hernández.
Junio del 2009.

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