—¿Señor nada mas por pintar el nombre de su hija en la pared me quiere matar?
—No es por eso.
-¿Será entonces porque salimos un día, mientras a usted le dijo iba a ir a buscar trabajo?
—No.
—Bueno ha de ser porque ella y yo nos prometimos amor, y claro en el errante momento no supimos las desavenencias a futuros, sin embargo nunca lo hicimos… usted ya sabe a lo que me refiero…
—Carajo, aunque bien valía la pena matarte por eso, no es la razón por la que quiero enterrarte vivo.
—Bueno siendo directo con usted, le debo de confesar que me enamoré de ella, aunque no me lo crea, pero lo mas seguro es que me utilizo pa’ ver que se siente enamorar de un fulano de tal, como yo. Además se le veía en la cara que a las buenas costumbres no se había acostumbrado.
—Nada de eso vale la pena.
-No se preocupe con esto he comprendido que gana el que pierde a una mujer.
—Quiero matarte porque ella no hace otra cosa que mentir, que imaginarse como un tal Susanita, la que escribió Rulfo y que mataba con su indiferencia a Pedro Páramo.
—Ojala y fuera cierto, usted esta desvariando; eso de ser director de editoriales lo vuelven a uno loco, confundiendo las noveles con el amor de pedazos que se da en la calle.
—Fíjese que no. Ella me lo dijo.
—Entonces dígale que se meta al mundo de Sabines.
—¿Por qué?
—No he leído a otro que hable tan bien de las despedidas y del veneno del amor como él—.
Francisco Rico Hernandez.
lunes, 11 de enero de 2010
viernes, 8 de enero de 2010
El gobernado.
Bajo el temporal caluroso que secaba los jardines y que dificultaba vivir, se encontraban en solitario el presidente y un pequeño y desorientado reportero en el Palacio de gobierno de aquella república olvidada en los caminos del desamparo .
El presidente vestido de un negro lúgubre, solemne y altivo fumaba sin prejuicio alguno,con la mala suerte a su favor el reportero estaba sentado a lado de aquel hombre acostumbrado a mandar. Era la primera vez que estaba junto al presidente y sabia que no debería de desperdiciar la ocasión a pesar de que sus emociones y su falta de experiencia estuvieran de su parte.
Siempre había soñado con dañar a la oligarquía y al gobierno espurio de los transgresores de la ley, y cuando estaba preparando el veneno de preguntas que comprometieran a su entrevistado, el presidente le preguntó:
- ¿Qué horas son?
- Las horas que usted quiera señor presidente.
8 de enero del 2010.
Francisco Rico Hernandez.
Cosamaloapan, veracruz.
El presidente vestido de un negro lúgubre, solemne y altivo fumaba sin prejuicio alguno,con la mala suerte a su favor el reportero estaba sentado a lado de aquel hombre acostumbrado a mandar. Era la primera vez que estaba junto al presidente y sabia que no debería de desperdiciar la ocasión a pesar de que sus emociones y su falta de experiencia estuvieran de su parte.
Siempre había soñado con dañar a la oligarquía y al gobierno espurio de los transgresores de la ley, y cuando estaba preparando el veneno de preguntas que comprometieran a su entrevistado, el presidente le preguntó:
- ¿Qué horas son?
- Las horas que usted quiera señor presidente.
8 de enero del 2010.
Francisco Rico Hernandez.
Cosamaloapan, veracruz.
martes, 5 de enero de 2010
Pan y Flores.
Primer Acto I
Llegó a su balcón con las mejores intenciones de conquistarla. Toto llevaba una flor en su mano izquierda y un gesto de alegría en su rostro.
Dispuesto a llegar al corazón de su amada lanzó la primera piedra a la ventana. No hubo respuesta. Sin desanimarse tiró la segunda y la siguiente pedrada, para su fortuna las valentinas palomas de concreto bastaron para que su amada encendiera la luz de la habitación.
Ella encendió la luz y abrió la ventana de doble hoja. Junto al balcón había colgadas un par de estrellas.
Aquella mujer apenas había sacado su mano de la ventana solamente para saludarlo. Ese pequeño detalle sirvió para que Toto desvariara de felicidad, enseguida exclamó para ella las mejores palabras de amor y sólo consiguió para su sorpresa un exiguo ademan que ostentaba una mediana aprobación. Toto había caído en la cuenta de que tenía que esforzarse un poco más.
Entonces deslizó la palma de sus manos sobre su cabello, peinándose. Estiró un poco la tela del pantalón para después arrodillarse, cuando lo hizo un brazo yacía sobre su pecho y el otro lo elevó en el aire, mostrándole a su amada la flor que para ella llevaba.
Ante la poca atención que veía de aquella mujer, en su rostro dibujó una mueca que claramente ostentaba la incomprensión.
Se levantó de un tajo y tiró la flor al suelo, luego la piso una y otra vez hasta desojarla.
Se regocijó ante su cometido.
Toto se mantenía discurriendo de un lado al otro de la calle y no daba crédito al desdén que ofertaba ella desde su balcón.
Como era egocentrista y poco modesto con altanería mostró para ella las virtudes de su escueto físico. Le enseñó sus bíceps, tríceps y hasta imitó en un acto desaforado a Tarzán.
Nada de aquello funcionó, su amada con el dedo índice dijo No.
Él no se dio por vencido. Entonces le expuso sus piernas al instante que se las palpaba, luego movió en un vaivén con morbo su cintura mientras se reía. Tampoco resultó. De ella no tuvo respuesta.
Él enfadado se lamentó.
Para entonces al verse sin nada ya que mostrar de su físico recorrió desesperado con la mirada su cuerpo. Y cuando todo parecía perdido su mirada recayó en su zona trasera. Pensó que no era mala idea enseñarle el trasero, pero el problema era, ¿Adonde estaba éste?
Se lo buscó hacia lado derecho e izquierdo, incluso abrió las piernas para meter su cabeza en la entrepierna con el objetivo inútil de encontrarse con su trasero. Luego giró sobre su eje buscando el vestigio de su trasero perdido.
Entonces para acrecentar la burla ella lanzó de su balcón un pantalón en el cual se le habían quedado las nalgas.
Toto recogió el jeans y lo vio y comprendió que lo que estaba buscando lo tenía enfrente. Volvió a mirar su exiguo trasero y comparó para su sorpresa que el jean tenia más que ofrecer.
Luego los tiró.
Segundo Acto II
Entonces puso sobre su barbilla la mano derecha y empezó a fraguar el plan exacto que lo llevara a los brazos de su enamorada. Sin previo a viso ella apagó la luz, en un acto que amenazaba con la debacle del amor.
Corrió como desesperado con las manos en la cabeza. Ella volvió a prender la luz. Lo confortó.
Enseguida sacó de la bolsa del pantalón su celular y realizó una llamada hacia sus amigos, la misma que sólo duro un par de minutos. Luego colgó.
Optimista ante las palabras que recibió de la conversación se frotó las manos.
En menos de lo que se suponía hicieron acto de presencia sus amigos acompañados con una caja que uno de ellos cargaba. Caminaron hacia Toto y lo abrazaron, apoyándolo. Luego se prepararon y se alejaron un par de metros, dejaron en el suelo la caja y de ella sacaron una grabadora y al momento la encendieron.
Mientras que con el dedo índice les mandaba una par señal de complicidad sus amigos, Toto empezó a gesticular en una maniobra tramposa la canción que se suponía que él cantaba. Ella sacó ambos brazos de la ventana, en señal de una posible aprobación.
La serenata marchaba de maravilla hasta que a uno de sus cómplices se le ocurrió jugarle una broma a Toto, el amigo irreverente al amor sacó de la grabadora el disco correcto y puso una melodía la cual cantaba una mujer. Esto hizo que la maniobra tropezara irremediablemente, y ante la risa sus amigos y el desconsuelo de ella, Toto acabo por improvisar en el acto.
Él enviaba señales subversivas a sus amigos con los brazos, volteaba hacia ellos sin que su amada lo viera. Sus cómplices decidieron terminar la serenata ante el mandato colérico de Toto.
Ella enojada apagaba y encendía la luz de su balcón. Sin lugar a dudas sabia Toto que era el tiempo de los instintos. Y el suyo le dijo que volvieran a recitar para ella otra vez las mismas palabras de amor, y como no sirvió la encomienda Toto se atrevió febrilmente bajarle primero la luna y luego las estrellas.
Al tenerlas en sus manos les dio y besó y las lanzó hacia su enamorada.
Ella otra vez sacó la mano mostrando una ligera aprobación. Lo que esa mujer en verdad quería era que Toto se esforzara un poco más. Él ya no sabia que hacer.
Ella con las palmas de las manos pedía más.
Cuando desilusionado Toto había decidido rendirse ante aquella mujer de corazón hermético, ella tiró desde el balcón su pañuelo.
Toto lo recogió del piso, lo olió, y sus amigos de lejos aplaudieron.
Se dibujó una sonrisa en el rostro de aquel hombre enamorado, pero poco después Toto se había quedado sin ideas. Volvió a rascarse la barbilla y enseguida discurrió hacia sus amigos en busca de algún utensilio que estuviera en la caja y lo ayudara a seguir la conquista.
No encontró nada, tiró la caja.
Entonces volvió a su lugar de origen, debajo del balcón. Se sentó y se mantuvo cruzado de brazos y cuando todo parecía perdido, se le ocurrió una idea, algo en el último momento del cual estaba convencido que lo llevaría a los brazos de su amada.
Metió sus manos en las bolsas del pantalón y extrajo de ellas una par de monedas, un dulce y una servilleta.
Se despojó del dulce y de las monedas y terminó quedándose con la servilleta.
Toto había recordado que un detalle de amor valía más si éste era hecho de la manera más sencilla, sabia que los pequeños detalle son lo que te agrandan la vida, son pedacitos de amor que se convertirán en dueños del corazón. Al final hizo una flor de papel con la servilleta y se la lanzó a su amada.
Ella aplaudió en señal del agrado. Toto había cumplido con su romántica odisea.
Fin.
16 de noviembre del 2009.
Francisco Rico Hernández.
Llegó a su balcón con las mejores intenciones de conquistarla. Toto llevaba una flor en su mano izquierda y un gesto de alegría en su rostro.
Dispuesto a llegar al corazón de su amada lanzó la primera piedra a la ventana. No hubo respuesta. Sin desanimarse tiró la segunda y la siguiente pedrada, para su fortuna las valentinas palomas de concreto bastaron para que su amada encendiera la luz de la habitación.
Ella encendió la luz y abrió la ventana de doble hoja. Junto al balcón había colgadas un par de estrellas.
Aquella mujer apenas había sacado su mano de la ventana solamente para saludarlo. Ese pequeño detalle sirvió para que Toto desvariara de felicidad, enseguida exclamó para ella las mejores palabras de amor y sólo consiguió para su sorpresa un exiguo ademan que ostentaba una mediana aprobación. Toto había caído en la cuenta de que tenía que esforzarse un poco más.
Entonces deslizó la palma de sus manos sobre su cabello, peinándose. Estiró un poco la tela del pantalón para después arrodillarse, cuando lo hizo un brazo yacía sobre su pecho y el otro lo elevó en el aire, mostrándole a su amada la flor que para ella llevaba.
Ante la poca atención que veía de aquella mujer, en su rostro dibujó una mueca que claramente ostentaba la incomprensión.
Se levantó de un tajo y tiró la flor al suelo, luego la piso una y otra vez hasta desojarla.
Se regocijó ante su cometido.
Toto se mantenía discurriendo de un lado al otro de la calle y no daba crédito al desdén que ofertaba ella desde su balcón.
Como era egocentrista y poco modesto con altanería mostró para ella las virtudes de su escueto físico. Le enseñó sus bíceps, tríceps y hasta imitó en un acto desaforado a Tarzán.
Nada de aquello funcionó, su amada con el dedo índice dijo No.
Él no se dio por vencido. Entonces le expuso sus piernas al instante que se las palpaba, luego movió en un vaivén con morbo su cintura mientras se reía. Tampoco resultó. De ella no tuvo respuesta.
Él enfadado se lamentó.
Para entonces al verse sin nada ya que mostrar de su físico recorrió desesperado con la mirada su cuerpo. Y cuando todo parecía perdido su mirada recayó en su zona trasera. Pensó que no era mala idea enseñarle el trasero, pero el problema era, ¿Adonde estaba éste?
Se lo buscó hacia lado derecho e izquierdo, incluso abrió las piernas para meter su cabeza en la entrepierna con el objetivo inútil de encontrarse con su trasero. Luego giró sobre su eje buscando el vestigio de su trasero perdido.
Entonces para acrecentar la burla ella lanzó de su balcón un pantalón en el cual se le habían quedado las nalgas.
Toto recogió el jeans y lo vio y comprendió que lo que estaba buscando lo tenía enfrente. Volvió a mirar su exiguo trasero y comparó para su sorpresa que el jean tenia más que ofrecer.
Luego los tiró.
Segundo Acto II
Entonces puso sobre su barbilla la mano derecha y empezó a fraguar el plan exacto que lo llevara a los brazos de su enamorada. Sin previo a viso ella apagó la luz, en un acto que amenazaba con la debacle del amor.
Corrió como desesperado con las manos en la cabeza. Ella volvió a prender la luz. Lo confortó.
Enseguida sacó de la bolsa del pantalón su celular y realizó una llamada hacia sus amigos, la misma que sólo duro un par de minutos. Luego colgó.
Optimista ante las palabras que recibió de la conversación se frotó las manos.
En menos de lo que se suponía hicieron acto de presencia sus amigos acompañados con una caja que uno de ellos cargaba. Caminaron hacia Toto y lo abrazaron, apoyándolo. Luego se prepararon y se alejaron un par de metros, dejaron en el suelo la caja y de ella sacaron una grabadora y al momento la encendieron.
Mientras que con el dedo índice les mandaba una par señal de complicidad sus amigos, Toto empezó a gesticular en una maniobra tramposa la canción que se suponía que él cantaba. Ella sacó ambos brazos de la ventana, en señal de una posible aprobación.
La serenata marchaba de maravilla hasta que a uno de sus cómplices se le ocurrió jugarle una broma a Toto, el amigo irreverente al amor sacó de la grabadora el disco correcto y puso una melodía la cual cantaba una mujer. Esto hizo que la maniobra tropezara irremediablemente, y ante la risa sus amigos y el desconsuelo de ella, Toto acabo por improvisar en el acto.
Él enviaba señales subversivas a sus amigos con los brazos, volteaba hacia ellos sin que su amada lo viera. Sus cómplices decidieron terminar la serenata ante el mandato colérico de Toto.
Ella enojada apagaba y encendía la luz de su balcón. Sin lugar a dudas sabia Toto que era el tiempo de los instintos. Y el suyo le dijo que volvieran a recitar para ella otra vez las mismas palabras de amor, y como no sirvió la encomienda Toto se atrevió febrilmente bajarle primero la luna y luego las estrellas.
Al tenerlas en sus manos les dio y besó y las lanzó hacia su enamorada.
Ella otra vez sacó la mano mostrando una ligera aprobación. Lo que esa mujer en verdad quería era que Toto se esforzara un poco más. Él ya no sabia que hacer.
Ella con las palmas de las manos pedía más.
Cuando desilusionado Toto había decidido rendirse ante aquella mujer de corazón hermético, ella tiró desde el balcón su pañuelo.
Toto lo recogió del piso, lo olió, y sus amigos de lejos aplaudieron.
Se dibujó una sonrisa en el rostro de aquel hombre enamorado, pero poco después Toto se había quedado sin ideas. Volvió a rascarse la barbilla y enseguida discurrió hacia sus amigos en busca de algún utensilio que estuviera en la caja y lo ayudara a seguir la conquista.
No encontró nada, tiró la caja.
Entonces volvió a su lugar de origen, debajo del balcón. Se sentó y se mantuvo cruzado de brazos y cuando todo parecía perdido, se le ocurrió una idea, algo en el último momento del cual estaba convencido que lo llevaría a los brazos de su amada.
Metió sus manos en las bolsas del pantalón y extrajo de ellas una par de monedas, un dulce y una servilleta.
Se despojó del dulce y de las monedas y terminó quedándose con la servilleta.
Toto había recordado que un detalle de amor valía más si éste era hecho de la manera más sencilla, sabia que los pequeños detalle son lo que te agrandan la vida, son pedacitos de amor que se convertirán en dueños del corazón. Al final hizo una flor de papel con la servilleta y se la lanzó a su amada.
Ella aplaudió en señal del agrado. Toto había cumplido con su romántica odisea.
Fin.
16 de noviembre del 2009.
Francisco Rico Hernández.
lunes, 28 de diciembre de 2009
Francisco Y ViceVERZA.
Nunca dejaría que pasaran desapercibidas las verbenas del pasado, los desvelos de salón, las madrugadas perfumadas con el aroma de alguna fulana que jugaba conmigo al los besos con urgencias y llenos de calenturas, incitados por algún buen Ron o en su caso una descarriada cerveza. En Tlacotalpan me la pasaba tequiliando con las palomitas que de un día, valiente en la corrida de los Toros, y volando por los flash back que me hacían recordar aquella princesa que aun tenia la buena forma de hacerme daño a distancias.
Luego un par de días después me fui a Los Tuxtlas y comprendí que aunque los años pasan, hay cosas que el tiempo deja intacto en la pesadumbre de las costumbres, como lo fue en San Andrés Tuxtla y su feria patronal a la cual llegamos de improviso un amigo y yo, revivimos esos años cincuenta y ante el desconcierto nos sentimos tan abandonados e insípidos como un Latino sin sabor. Así emprendimos de nuevo el viaje que se había hecho intermitente y por fin llegamos a Catemaco, aquella ciudad mágica y única que me regaló mi amistad con el Pirata y claro, la indiferencia hacia el trabajo que me enseñó Chucho el Brujito.
En ese viaje lejos de la solemnidad y las buenas costumbres me divertir e hice cosas que nunca pensé realizar, me sentí libre, vivo, respirando como si fuera la ultima vez. El billete falso de mil pesos que me dejó mi amigo me bastó para subirme en las alas de las travesuras y de las aventuras a la que viví al borde de mis instintos prematuros. Y es que a las buenas costumbres nunca me he acostumbrado, al calor del hogar y de la ducha de vez en cuando me aburren, prefiero la carretera sobre los viajes hechos a la buena voluntad de la incertidumbre. Volvería a vivir todo lo que viví en ese viaje, quedarnos despiertos en la laguna hasta el alba y tocar el Jembe para "según" despertar a los monos, además de acampar en la playa de Montepío, ahí donde la mirada se me perdía de ver tanto mar, incluso volvería a vivir esos malos minutos donde estuve apunto de ahogarme en aquel mar bravo.Voltear al pasado es saber quien soy y elevar mi autoestima pigmea.
Como olvidarme de las mujeres que olvidaba al abordar otro bus, era como un pirata que dejaba una mujer en cada puerto, pero a pesar de tener mis labios calientes y una emoción en la entrepierna debo de ser sincero y advertir que quise siempre a la mujer que mas me quiso.
Siempre era maravilloso andar del brazo de la locura y de la libertad, nunca fue tan divertido como aquella ocasión en la que me lancé al puerto de Veracruz y me acordé que alguna vez he dado más de lo que tengo, siempre me dan algunas veces más de lo que doy, y sobre todas las cosas saber que nada sabe mejor que la amistad, René, Iván, César, Alan. Les llevo siete carreteras delante de ustedes. Pobres Cristianos.
El afrocaribeño me hico ver que a veces en el infierno llueve sobre mojado y que las perversiones y los excesos para mi hoy son pura nostalgia. Entre Córdoba y Tuxpetec nunca lloré y casi siempre estuve abandonado pero contento, y Minatitlán breve pero amistosa me hizo fumar más de lo debido y sufrir al no encontrar en una plaza a alguien que me ofreciera un encendedor. Y claro, en Orizaba tengo más de lo que quiero pero lo que quiero nadie me lo quiere dar. Ahí en ese evento cultural latinoamericano me encontré con La lluvia de Valdivia, la argentina de Borges, y la Nicaragua en pie de guerra y un Perú con las travesuras de la niña mala.
Nunca quise regresar a Xalapa y abandoné la propuesta que me hicieron llegar con la condición de que tenía que viajar al Df, Ni en Drogas dije. “Es que Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”
En todo caso cuando alguna nube negra se acomode en mi cama, y sea lo que sea en un espejo roto, y cierre la casa porque me sienta herido recordaré lo que hice en este año maravillosamente feliz. Y trato en esto de dejar de andar perdiendo los autobuses que te dejan en los cuentos que siempre acaban mal, trato entre muchas cosas convencerme de que estoy vivo, y que a pesar de que haya alertar rojas en el corazón, y la adicción de fumar y añorar lo que se nos fue cayendo en la vida, siempre hay que luchar por cambiar el temporal, Siempre hay lanzarse a la aventura, la vida es bella.
Francisco Rico Hernandez.
Diciembre del 2009.
Luego un par de días después me fui a Los Tuxtlas y comprendí que aunque los años pasan, hay cosas que el tiempo deja intacto en la pesadumbre de las costumbres, como lo fue en San Andrés Tuxtla y su feria patronal a la cual llegamos de improviso un amigo y yo, revivimos esos años cincuenta y ante el desconcierto nos sentimos tan abandonados e insípidos como un Latino sin sabor. Así emprendimos de nuevo el viaje que se había hecho intermitente y por fin llegamos a Catemaco, aquella ciudad mágica y única que me regaló mi amistad con el Pirata y claro, la indiferencia hacia el trabajo que me enseñó Chucho el Brujito.
En ese viaje lejos de la solemnidad y las buenas costumbres me divertir e hice cosas que nunca pensé realizar, me sentí libre, vivo, respirando como si fuera la ultima vez. El billete falso de mil pesos que me dejó mi amigo me bastó para subirme en las alas de las travesuras y de las aventuras a la que viví al borde de mis instintos prematuros. Y es que a las buenas costumbres nunca me he acostumbrado, al calor del hogar y de la ducha de vez en cuando me aburren, prefiero la carretera sobre los viajes hechos a la buena voluntad de la incertidumbre. Volvería a vivir todo lo que viví en ese viaje, quedarnos despiertos en la laguna hasta el alba y tocar el Jembe para "según" despertar a los monos, además de acampar en la playa de Montepío, ahí donde la mirada se me perdía de ver tanto mar, incluso volvería a vivir esos malos minutos donde estuve apunto de ahogarme en aquel mar bravo.Voltear al pasado es saber quien soy y elevar mi autoestima pigmea.
Como olvidarme de las mujeres que olvidaba al abordar otro bus, era como un pirata que dejaba una mujer en cada puerto, pero a pesar de tener mis labios calientes y una emoción en la entrepierna debo de ser sincero y advertir que quise siempre a la mujer que mas me quiso.
Siempre era maravilloso andar del brazo de la locura y de la libertad, nunca fue tan divertido como aquella ocasión en la que me lancé al puerto de Veracruz y me acordé que alguna vez he dado más de lo que tengo, siempre me dan algunas veces más de lo que doy, y sobre todas las cosas saber que nada sabe mejor que la amistad, René, Iván, César, Alan. Les llevo siete carreteras delante de ustedes. Pobres Cristianos.
El afrocaribeño me hico ver que a veces en el infierno llueve sobre mojado y que las perversiones y los excesos para mi hoy son pura nostalgia. Entre Córdoba y Tuxpetec nunca lloré y casi siempre estuve abandonado pero contento, y Minatitlán breve pero amistosa me hizo fumar más de lo debido y sufrir al no encontrar en una plaza a alguien que me ofreciera un encendedor. Y claro, en Orizaba tengo más de lo que quiero pero lo que quiero nadie me lo quiere dar. Ahí en ese evento cultural latinoamericano me encontré con La lluvia de Valdivia, la argentina de Borges, y la Nicaragua en pie de guerra y un Perú con las travesuras de la niña mala.
Nunca quise regresar a Xalapa y abandoné la propuesta que me hicieron llegar con la condición de que tenía que viajar al Df, Ni en Drogas dije. “Es que Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”
En todo caso cuando alguna nube negra se acomode en mi cama, y sea lo que sea en un espejo roto, y cierre la casa porque me sienta herido recordaré lo que hice en este año maravillosamente feliz. Y trato en esto de dejar de andar perdiendo los autobuses que te dejan en los cuentos que siempre acaban mal, trato entre muchas cosas convencerme de que estoy vivo, y que a pesar de que haya alertar rojas en el corazón, y la adicción de fumar y añorar lo que se nos fue cayendo en la vida, siempre hay que luchar por cambiar el temporal, Siempre hay lanzarse a la aventura, la vida es bella.
Francisco Rico Hernandez.
Diciembre del 2009.
martes, 22 de diciembre de 2009
De.le.tre.an.do. a. Dios
Deletreando a Dios son palabras o preguntas que el hombre se debe de hacerle al creador, al padre. Y esas preguntas rondan mucho en la cabeza del tipo del barrio, del ruletero, del patojo que vive a la vuelta del correo, del pibe perdido y desconsolado que escucha a Charly Garcia, del chaval que escapa de la infancia, del Cabrón que roba para comer. Esos, yo, tú, él, ellos,aquel,el cardenal de la Roma perdida, ella la que crea adicción con los besos, pero sobre todo Nosotros debemos un dia de estos preguntarnos:
¿Qué te gusta de Dios?
¿Cómo será Dios, apuesto, gentil?
¿Qué te molesta de Dios?
¿Cuando será el cumpleaños de Dios?
¿Crees en los Milagros de Dios?
¿Qué te gusta de Dios?
¿Cómo será Dios, apuesto, gentil?
¿Qué te molesta de Dios?
¿Cuando será el cumpleaños de Dios?
¿Crees en los Milagros de Dios?
viernes, 18 de diciembre de 2009
Camuflaje.
Que te parece si te callas,
Si te muerdes la lengua por un rato.
Alguna vez te imaginé muerto,
Tendido sobre el abandono de las multitudes,
Esporádico del tiempo.
Quisiera en verdad que te callaras,
Para acariciarte ferozmente,
Como el pavimento a las rodillas,
Al igual que la navaja a tu piel.
Nunca fue tan cierto eso de lo
Que presumiste,
Tenías los pómulos hinchados,
Un par de labios anacoretas,
Y madrugadas que le pesaban a tus ojos de alquitrán.
Igual y si naciste y no te imagino,
Sobre mis sueños estás y perfumas mis sentidos,
Calmas tu hermosura.
De noche te sangra la costra de tus amores desvalidos,
El olvido de sus brazos te hace polvo,
Aturdido vuelves a empezar.
¿Si te pico las costillas sientes?
¿Si te quemo los pies obtienes de mí la absolución?
Es una tristeza que a tus años
Seas un gaucho con pereza,
Una tortuga desvariada,
Un amante con sotana,
Una duda que se camuflajea en un tal vez.
Francisco Rico Hernandez.
23 de noviembre del 2009.
Orizaba, Veracruz.
lunes, 14 de diciembre de 2009
LLuvia.
Dicen que Orizaba tenia el mismo clima de Valdivia, Chile, eso me lo contó ella, la poeta que escribía diciendo y cantando un himno inmejorable hacia la lluvia, era muy raro el estar ahí junto a ella, cuidándome el cigarrillo, acordándonos de la muerte, verificando imagines. Esa viajera tenia la fragancia de los andes sobre su cuerpo y un halito sudaca que me volvía endeble, y un buen gusto por fumar, además de tener un par de otoños bien vividos.
Nunca fue eso tan cierto lo que comentamos en el café, ni mucho menos al margen de Saramago o poemas de Sabines. Al menos se que ya se fue, seguiré escribiendo para cuando vuelva.Era ágil en la pluma y ambos nos habíamos conocidos en el encuentro latinoamericano de poetas, venia de la comunidad Maipú, la misma que mencionaba en una de sus canciones Sabina.
Y me abrigaba el corazón apenas y sonreía. No había conocido a una persona como ella, que decía tantas cosas hermosas, que encontraba la manera más delicada de hablar, que respetaba cada sentimiento.
Cierta ocasión me contó;
Yo tenía una amiga argentina y que de seguro escogió México para morir, ya que hace un par de días en el marco de estos festivales latinoamericanos que se organizan en este país ella falleció. Lo que de seguro debo de recordar de ella es que era muy alegre, muy vivaz, amable, y sin lugar a dudas una gran persona. Ella como buena anciana tenía sus dificultades para subir o bajar escalones, entonces nosotras, sus amigas, intentábamos ayudarla en esos menesteres, pero ella lo impedía de un tajo argumentando que sólo se dejaría ayudar por manos de hombres, y para mejor disposición que fueran manos de hombres jóvenes. Entonces Francisco hoy seguiré el ejemplo de mi amiga, y tú me acompañaras a todos lados,Ya que eres el hombre mas joven de este festival.
Era bueno saber ciertas cosas que nunca se olvidan, hacer homenajes sinceros a amigos que se fueron, que se conocen un día de tantos.
Ciertas ocasiones uno intenta adormitar el cuerpo, apagar la luz,oler el viento, escuchar las horas, y dejar que todo salga como se debería, y esa fue una gran ocasión en la que sucedió.
La vida es Bella.
Orizaba, Veracruz.
Nunca fue eso tan cierto lo que comentamos en el café, ni mucho menos al margen de Saramago o poemas de Sabines. Al menos se que ya se fue, seguiré escribiendo para cuando vuelva.Era ágil en la pluma y ambos nos habíamos conocidos en el encuentro latinoamericano de poetas, venia de la comunidad Maipú, la misma que mencionaba en una de sus canciones Sabina.
Y me abrigaba el corazón apenas y sonreía. No había conocido a una persona como ella, que decía tantas cosas hermosas, que encontraba la manera más delicada de hablar, que respetaba cada sentimiento.
Cierta ocasión me contó;
Yo tenía una amiga argentina y que de seguro escogió México para morir, ya que hace un par de días en el marco de estos festivales latinoamericanos que se organizan en este país ella falleció. Lo que de seguro debo de recordar de ella es que era muy alegre, muy vivaz, amable, y sin lugar a dudas una gran persona. Ella como buena anciana tenía sus dificultades para subir o bajar escalones, entonces nosotras, sus amigas, intentábamos ayudarla en esos menesteres, pero ella lo impedía de un tajo argumentando que sólo se dejaría ayudar por manos de hombres, y para mejor disposición que fueran manos de hombres jóvenes. Entonces Francisco hoy seguiré el ejemplo de mi amiga, y tú me acompañaras a todos lados,Ya que eres el hombre mas joven de este festival.
Era bueno saber ciertas cosas que nunca se olvidan, hacer homenajes sinceros a amigos que se fueron, que se conocen un día de tantos.
Ciertas ocasiones uno intenta adormitar el cuerpo, apagar la luz,oler el viento, escuchar las horas, y dejar que todo salga como se debería, y esa fue una gran ocasión en la que sucedió.
La vida es Bella.
Orizaba, Veracruz.
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